FUTBOLISTA SIN BRAZOS UN AUTENTICO EJEMPLO DE SUPERACION


“Mi hijito, ajusta un poquito la venda”, le dice Frank Carlos  Mina Vergara al pequeño Jordi, de 6 años.

Y el niño hace lo que su padre le indica al pie de la letra. “Ya papi, ya está”, le responde el chiquitin y luego empieza a colocarle los zapatos de pupos.

Frank Mina no tiene sus dos brazos, pero en menos de cinco minutos ya está uniformado y listo para saltar a la cancha del kartódromo en el Guasmo central (sector El Pedregal) Guayaquil, donde el domingo le tocaba defender a Plastireserv, un equipo del cantón Durán que jugó las semifinales del torneo organizado por la liga barrial Jaime Nebot Velasco.

“Esta es mi forma de vida, cada fin de semana juego en varios equipos que me conocen y me contratan. No tengo trabajo estable”, señala el deportista, que es admirado por propios y extraños al ser una “muralla” en la defensa pese a ser discapacitado.

“Lo he visto en varios partidos y me parece un muchacho correcto. Nunca va a la mala intención, le gusta el juego limpio”, comenta el dirigente Manuel Castillo, organizador de la Copa Municipalidad de Guayaquil, donde  actúa Frank. Durante los fines de semana, Mina recorre canchas del Batallón del Suburbio, Miraflores, Pascuales, Guasmo, Durán y Tarifa; siempre acompañado de su pequeño hijo Jordi, quien se ha convertido en su mejor asistente.



UNA DESCARGA ELÉCTRICA
Frank perdió sus dos brazos por culpa de una fuerte descarga eléctrica. Cuenta que hace 7 años intentó arreglar un tanque elevado de su casa ubicada en la cooperativa Esmeraldas Chiquito, de Las Malvinas, al sur de Guayaquil. No se percató que el techo estaba con electricidad y el corrientazo le destrozó sus extremidades. Los médicos tuvieron que amputárselas a la altura del codo, permaneciendo un mes en cama.

Trabajaba como mensajero, pero a raíz del accidente se quedó sin camello. Hasta dejó de jugar fútbol. Pero agarró fuerzas y un día decidió aceptar la invitación que le hicieron unos amigos para que los acompañe a pelotear, iniciando así su nueva etapa de vida. Y como se mueve bien siendo defensa central, los equipos que juegan en ligas barriales empezaron a contratarlo. 

Con el dinero que le pagan mantiene a su hijo Jordi y ayuda con los gastos del hogar. “Los fines de semana juego hasta en cuatro equipos y me pagan 20, 30 o 40 dólares por partido. Entre sábado y domingo me hago hasta $ 120; pero en ocasiones, cuando está malo, gano entre 50 y 60 dolaritos”, confiesa Frank, quien está ansioso por conseguir un trabajo que le permita ocuparse de lunes a viernes. “Necesito trabajar, ojalá alguien me ayude”, sostiene Mina, quien por ahora hace del fútbol su forma de vida.
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Noticia tomada de diario estra aqui link oficial ===> http://www.extra.ec/ediciones/2014/12/30/deportes/se-gana-la-vida-en-la-cancha/
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